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jueves, 21 de abril de 2011

Arresto y Crucifixión de Jesús


"Y salió Jesús llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Pilato les dijo: -¡Este es el hombre!" (Juan 19:5).



Si bien debiéramos contemplar a Jesús durante toda su vida y ministerio en esta tierra, y considerarlo desde todo punto de vista posible, nuestra atención debiera intensificarse al aproximarnos a las escenas finales que culminaron el plan de la redención.


Este último encuentro tenía lugar en el "aposento alto", que algunos creen que era la casa de Juan Marcos y de su madre María, en las afueras de Jerusalén (Hech. 12:12). Acababa de ponerse el sol, la tarde del día catorce del mes de Nisan, que se cree que corresponde al seis de abril del año 31 de nuestra era. Era una ocasión de triste despedida y durante toda aquella velada Jesús estaba visiblemente apesadumbrado. Para todos cuantos lo conocían era evidente que estaba en ciernes una gran crisis. Fue en esa ocasión cuando comenzó a revelar la tenebrosa visión que afligía su alma. "Durante ese anochecer, una amarga ansiedad, una terrible melancolía, se posesionó de aquel grupo devoto.

El arresto de Jesús tuvo lugar poco después de la media noche del día 14 de Nisan del calendario hebreo, que corresponde al 7 de abril según el cómputo romano. Los hebreos comenzaban a contar el día en la puesta del sol, mientras que los romanos lo hacían a partir de la media noche.

Después de haber orado por tercera vez en el olivar de Getsemaní, Jesús regresó al lugar en que habían quedado sus tres somnolientos discípulos, y les dijo: "Ha llegado la hora, y el Hijo del hombre es entregado en manos de pecadores. Levantaos, vamos: he aquí ha llegado el que me ha entregado" (Mat. 26:45 y 46). Aún estaban las palabras de Jesús en sus labios, cuando la luz de teas y antorchas comenzó a disipar las tinieblas, y el silencio de aquel retiro quedó interrumpido por el griterío de la muchedumbre que se acercaba, encabezada por Judas el traidor. Los ocho discípulos que habían quedado en la entrada de la arboleda debieron esconderse sin duda, al aproximarse el gentío. "Y también Judas, el que le entregaba, sabía aquel lugar; porque muchas veces Jesús se juntaba allí con sus discípulos. Judas pues tomando una compañía, y ministros de los pontífices y de los Fariseos, vino allí con linternas y antorchas, y con armas" (Juan 18:2 y 3).



ARRESTO ILEGAL


¿Sabías que el arresto de Jesús aparte de injusto fue ilegal? Veamos por qué…

• En primer lugar, todos los procedimientos legales, incluyendo la detención, estaban prohibidos durante el período nocturno. "Era una inflexible y bien establecida regla de la ley hebrea, que los procedimientos capitales no podían desarrollarse en la noche. Esa disposición no se aplicaba sólo al curso del proceso, una vez que el prisionero había sido puesto a disposición judicial y se había iniciado la investigación. Tal como demostró Dupin (Jesus Devant Caiphe et Pilate), la regla se aplicaba a la totalidad del proceso, desde el arresto a la ejecución. El gran abogado francés declaró explícitamente que aquel arresto fue ilegal por haberse ejecutado de noche" ("The Trial of Jesus" Chandler, vol. 1, p. 226 y 227).

• En segundo lugar, la ley hebrea prohibía recurrir a un traidor -y por lo tanto a un cómplice- al efectuar un arresto o al establecer una condena. La regla se basaba en Levítico 19:16-18. "La ley rabínica no admitía el testimonio de un cómplice... y la vida, libertad o reputación de un hombre no podían ser puestas en peligro por la maldad de quien se había confesado criminal" Esa es la norma general... Los hebreos de antaño no permitían el testimonio de un cómplice... El arresto de Jesús se efectuó bajo la suposición de que era un criminal; pero esa misma suposición habría convertido a Judas, quien había asistido, animado y cooperado con Jesús en la propagación de su fe, en un cómplice de Jesús. Si Judas no era su cómplice, entonces Jesús era inocente y por lo tanto su detención era un atentado contra la libertad, y por lo tanto era ilegal" ("The Trial of Jesus" vol. 1, p. 228 y 229).

• En tercer lugar, la detención no era legal, puesto que no era el resultado de ninguna disposición legal. "Esa detención, llevada a cabo en la noche del jueves al viernes, el último día de la vida de Jesús, el 14 de Nisan según el calendario hebreo, era la ejecución de una resolución ilegal y sectaria del sanedrín... Nada tenía que ver con aprehender a un ciudadano a fin de someterlo a un proceso bajo cierta acusación que, tras sincera y reglada investigación judicial pudiera demostrarse cierta, o bien infundada; la intención era simplemente caer sobre un hombre y deshacerse de él. La detención no era una medida preventiva tal como la que podía legítimamente preceder a un proceso judicial y eventual condena: era un acto ejecutivo cumplido a la vista de una sentencia pronunciada sin ninguna justificación legal" ("The Trial of Jesus" Rosadi, p. 114).

• En cuarto lugar, de acuerdo con las disposiciones de la ley hebrea, era ilegal atar a un hombre que no hubiera sido condenado previamente. Dice el registro sagrado que "entonces la compañía y el tribuno, y los ministros de los Judíos, prendieron a Jesús y le ataron, y lleváronle primeramente a Anás" (Juan 18:12 y 13). Así, la detención de Jesús en el Getsemaní, a media noche, constituyó una de las varias series de irregularidades y acciones ilegales que hicieron de la totalidad del procedimiento



PRIMERA AUDIENCIA

Después que la guardia del templo hubo atado a Jesús en el Getsemaní, lo llevaron primeramente al palacio de Anás. El año 6 D.C., Quirino, un oficial romano, había designado a Anás como sumo sacerdote.el hombre más poderoso entre los judíos. Josefo escribió que Anás era "altivo, audaz y cruel". En la comparecencia de Cristo, Anás bien pudo ser quien presidía el sanedrín. Esa función no siempre recaía en el sumo sacerdote.A Jesús se lo sometió a dos audiencias preliminares antes de comparecer ante el tribunal supremo de los hebreos. La primera fue ante Anás, y tuvo lugar poco después de la media noche. Fue seguida por otra ante Caifás, y quizá ante algunos miembros del sanedrín –los que mayor enemistad albergaban hacia Jesús-. En esas audiencias se interrogó exhaustivamente a Jesús con respecto a sus discípulos y a sus enseñanzas. "El pontífice preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina. Jesús le respondió: Yo manifiestamente he hablado al mundo: yo siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se juntan todos los Judíos, y nada he hablado en oculto. ¿Qué me preguntas a mí? Pregunta a los que han oído, qué les haya yo hablado: he aquí, ésos saben lo que yo he dicho. Y como él hubo dicho esto, uno de los criados que estaba allí, dio una bofetada a Jesús, diciendo: ¿Así respondes al pontífice? Respondióle Jesús: Si he hablado mal, da testimonio del mal: y si bien, ¿por qué me hieres? Y Anás le había enviado atado a Caifás pontífice" (Juan 18:19-24).



LA NEGACIÓN DE PEDRO

La noche era fría y en el patio se encendieron fuegos alrededor de los cuales se agruparon los presentes en pequeños corros. Es evidente que Pedro no sólo temblaba de frío, sino también de miedo. Se mezcló con uno de los grupos reunido al abrigo de una hoguera, y procuró mostrarse despreocupado a fin de dar la impresión de que no tenía nada que ver con Jesús. Parece que en su afán por ocultar su identidad llegó a implicarse en una conversación. Juan, que no hizo ningún esfuerzo por ocultar su relación con Jesús ni su preocupación por la seguridad de este, no se vio sometido a ninguna situación embarazosa semejante a la de Pedro.

La misma portera que le había dejado pasar, desenmascaró el disimulo y falsedad de Pedro, y señalándolo ante la vista de los presentes lo acusó de ser uno de los discípulos de Jesús. El intento previo de Pedro por engañar lo llevó ahora a negar a su Señor con mentira. Avergonzado y confundido, se fue corriendo a otra parte del patio; pero allí fue identificado por otra sirvienta, circunstancia que lo llevó a su segunda negación. Se desplazó entonces a otro grupo en su esfuerzo por evitar ser identificado, pero una vez más fue reconocido, esta vez por parte de un pariente del siervo del pontífice cuya oreja había cortado durante la detención de Jesús en Getsemaní. Para que no quedaran dudas en cuanto a lo enfático y final de su negación, Pedro declaró bajo juramento que jamás había conocido a Jesús. Mientras pronunciaba esa vergonzosa negación de su Señor, el inesperado canto del gallo le hizo entrar en razón, y recordó sus jactanciosas declaraciones, así como la profecía de Jesús concerniente a él.

Se cree que en ese preciso momento Jesús era conducido por el patio, de Anás a Caifás, y oyó la vehemente declaración de Pedro según la cual nunca lo había conocido. "Mientras los juramentos envilecedores estaban aún en los labios de Pedro y el agudo canto del gallo repercutía en sus oídos, el Salvador se desvió de sus ceñudos jueces y miró de lleno a su pobre discípulo. Al mismo tiempo, los ojos de Pedro fueron atraídos hacia su Maestro. En aquel amable semblante, leyó profunda compasión y pesar, pero no había ira. Al ver ese rostro pálido y doliente, esos labios temblorosos, esa mirada de compasión y perdón, su corazón fue atravesado como por una flecha... No pudiendo soportar ya más la escena, salió corriendo de la sala con el corazón quebrantado"



LA CRUCIFIXIÓN



"Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a Barrabás, y entregó a Jesús después de azotarlo, para que fuera crucificado" (Mar. 15:15). Sabemos por los registros históricos que era una costumbre romana el azotar a los criminales condenados, antes de ejecutarse la sentencia de muerte. Se lo consideraba una parte del castigo merecido.Era también costumbre entregar a los criminales condenados a los soldados y al populacho, a fin de que fueran atormentados, ridiculizados y sufrieran escarnios, como parte de su castigo. Jesús recibió una porción mayor que la preceptiva, de esa humillante experiencia. Fue abofeteado y perseguido por: los judíos, los soldados de Herodes, y los soldados de Pilato. El testimonio del escritor del Evangelio coincide en eso con las circunstancias colaterales y con los escritores contemporáneos de Jesús, proveyendo una de las pruebas más importantes de la verdad del relato. Eso es cierto de la globalidad de sus escritos. Dijo Tácito, el historiador romano: "La burla y el desprecio se añadían a los sufrimientos de los que eran condenados a muerte"También era costumbre que la víctima llevara su propia cruz hasta el sitio de la ejecución. Así sucedió en la crucifixión de Jesús. "Entonces lo entregó a ellos para que fuera crucificado. Tomaron, pues, a Jesús y se lo llevaron. Él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, en hebreo, Gólgota.Allí lo crucificaron con otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio"" (Juan 19:16-18)Jesús cayó a tierra bajo el peso de la cruz, debiendo ser puesta a hombros de uno que, como resultado de esa experiencia, se convirtió en su ardiente discípulo. La humillante experiencia era una bendición camuflada. De la misma forma en que Simón Cireneo llevó la cruz, Jesús dice a todo discípulo: "El que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí" (Mat. 10:38).

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