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Fundadores

Fray José del Refugio Morales Córdova OFM
Nuestro Padre Fundador.




PERFIL DE NUESTRO PADRE REFUGITO

COMO HOMBRE

Los sentimientos muy humanos y la actitud muy comprensiva que se manifestaba en los actos todos de la vida de nuestro Padre José Refugio, se debe a su formación franciscana, y al ambiente de persecución religiosa de México.

Los que se han empapado del genuino espíritu de Francisco llegan a tomar en vida una doble actitud de comprensión caritativa, en todo para el ser humano, y austeridad rigurosa en todo para consigo mismo.

Nuestro Seráfico Padre San Francisco, es el maestro de esta actitud tan evangélica. Nuestro Padre Refugito había profesado la estrecha observancia, del Colegio Apostólico de Pachuca, era feliz en la observancia de la misma; por lo mismo, como hombre fue formidable caballero de una conducta intachable que se preocupaba de las cosas a su cuidado prefiriendo la calidad a la cantidad, humano, vigilante, cuidadoso, detallista, minucioso, ordenado, escrupuloso, delicado, fino, observador, alegre, pacífico, trabajador, amante del diálogo, social, generoso, inofensivo, tanto en su conversación privada, como cuando dirigía sus pláticas, optimista, experto, respetuoso, cariñoso, ya que cuando nombraba a la comunidad les llamaba: “gozo mío, corona mía, pequeño cielo, jardín de cándidas azucenas”; psicólogo, sabía catalogar los valores humanos y no se mostraba exigente en detalles, era justo, piadoso, fervoroso, caritativo, con grande espíritu de fe, sabía aceptar la voluntad de Dios con alegría, era comprensivo, ya que recomendaba a sus hijas espirituales porque lo juzgaba necesario, el descanso y las recreaciones inocentes con un fin santo y virtuoso, después de haber cumplido con todas nuestras obligaciones. No se inmiscuía en señalar, como tenían que pasar estar recreaciones, las dejaba a su juicio y prudencia, sólo les recomendaba llevar el corazón lleno de amor al prójimo, de espíritu firme, delicado y cultivado, que infundía ánimo y confianza en los corazones. Ya que conocía el corazón humano.

Tiene la costumbre de intercalar en sus conversaciones, sobre todo cuando va a referir algo, “contando con el permiso de vosotras”. Es de notar su espíritu cultivado. Era reservado pues tan sólo a Dios acostumbraba confiar sus alegrías, penas y luchas, en fin, un hombre equilibrado.

COMO SACERDOTE

Fue pastor auténtico, fiel a la Ley Divina, humilde, fervoroso, de oración, trataba de llegar al amor perfecto de Dios y del prójimo, se consideraba servidor de todos para hacer el bien a los hombres, lo cual lo consiguió en el confesionario y en el púlpito; era profundo conocedor y maravilloso expositor de la Sagrada Escritura, sobre todo del Nuevo Testamento, tenía un basto conocimiento de la palabra del Señor, pero sentía una predilección por las parábolas y relatos en los que Nuestro Señor Jesucristo, que comprende la naturaleza humana y frágil del hombre; Magdalena a quien perdona; Pedro a quien dirige una mirada comprensiva y misericordiosa; la multitud hambrienta, etc. Tenía un conocimiento de teología, autores como San Agustín, San Ambrosio, San Gregorio, San Juan Crisóstomo, santo Tomás de Aquino y San Pedro Crisólogo.

En sus sermones no era cansado ni aburrido, sabe mantener vivo el interés tratando de que asimile el público que le escucha. Se cuida mucho de no ofender a nadie tanto en su conversación privada, como cuando dirigía sus pláticas como ministro del Señor. Estaba lejos de ahuyentar a los pecadores cuando acudían a él. Su experiencia como confesor y director de las religiosas, a las que les decía que no solamente eran posibles las faltas en el estado de perfección, sino hasta frecuentes. Las animaba con las siguientes palabras: “Si una mano omnipotente no nos abriera las puertas de la esperanza y del perdón en los momentos del naufragio, nos arrojaríamos en el camino de la perdición; pero Dios nuestro Señor compadecido de nuestra miseria nos ha provisto de medios fáciles y eficaces que nos restituyen la paz y la tranquilidad”. No era el predicador florido que buscaba de endulzar o recrear los oídos de sus oyentes, sino que trataba de despertar una paz y tranquilidad que no deben ser alteradas por las tentaciones. Pedía a Dios que le concediera cumplimiento exacto de su ministerio, el celo de la gloria de Dios y la salvación de las almas. Estos eran los móviles del alma sacerdotal de nuestro Padre Refugito.

El día de su ordenación, hizo voto a Dios de ser todo de Jesucristo, ya que era de temperamento apasionado y de índole contemplativa dinámica, sabiendo conjugar la contemplación con la acción, ya que su ideal era ser imagen perfecta de Jesucristo.

COMO RELIGIOSO FRANCISCANO

Era dócil, austero, se esforzó por alcanzar la perfección sacerdotal y religiosa, riguroso consigo mismo y compasivo con los demás, hijo fiel y exacto cumplidor de la estrecha observancia del Colegio Apostólico de Pachuca, tenía cierta emulación por ser más austero, sin despreciar a los no observantes, exigente en lo substancial de la vida consagrada siendo pobre y ordenado, sin fijarse en detalles, sino más bien generoso, era puro de alma, requisito elemental para conseguir la perfecta caridad por lo cual se confesaba dos veces por semana como lo hacían en el Colegio Apostólico. Magnífica formación franciscana empapada del genuino espíritu de San Francisco; se interesaba por el bien de los demás sin dejar de reconocer el trabajo de sus hermanos.

Era admirable su espíritu de sumisión a sus superiores, siempre con espíritu de fe, viendo en ellos la misma autoridad que la de nuestro Seráfico Padre, y además, trata de descubrir en todas las cosas y circunstancias de la vida la voluntad del Señor. Era religioso fervoroso, penitente, cumpliendo con los ayunos, abstinencias, disciplinas y todo lo que prescribía la Regla de los Colegios Apostólicos. Siendo sus principales devociones: la Santísima Virgen, señor San José, San Miguel Arcángel y santa Gertrudis. Era alegre, amante de la paz entre los religiosos y eclesiásticos, tratando de llenar su vida de una auténtica vida franciscana; confiando a sólo Dios sus alegrías, sus penas, sus luchas y noches obscuras sin consuelo; amante de la bendición seráfica.

Entre los muchos carismas que Dios le dio resalta el de fundador. Estableció en su parroquia la Tercera Orden Franciscana, la archicofradía del cordón, la asociación de las Hijas de María, el establecimiento de la Tercera Orden Servita, la Sociedad Católica de varones y sobre todo fundó nuestra Congregación de Hermanas Franciscanas de la Inmaculada Concepción.






Sor María de la Luz Vázquez de Cristo Crucificado

Nuestra Madre Doloritas

Sor María de la Luz de Cristo Crucificado

Sor María de la Luz Vázquez de Cristo Crucificado (N.M. Doloritas), nació el 17 de noviembre de 1846, en la hacienda de La Luz, jurisdicción de Hueyoltlipan en el estado de Tlaxcala. Sus padres fueron: Don José Tiburcio Trinidad Vázquez y Doña María Cresencia de la Luz N. Casados en legítimo matrimonio. En el bautismo recibió el nombre de María Dolores Lusiana. A la edad de ocho años quedó huérfana de padre y madre. Las señoritas Guadalupe Matilde Izquierdo, sus madrinas de bautismo y confirmación, la ampararon y educaron cristianamente en su propia casa, sita en la calle del Puente de Leguísamo No. 1, ahora calle de Argentina No. 61, en el Distrito Federal.

En el libro de actas de bautismos de Hueyotlipan, aparecen otros dos hermanos de nuestra Madre Doloritas, un varón llamado José Gabriel Ignacio, cinco años menor y María Manuela Trinidad, ocho años más pequeña.


La señorita Dolores, muy joven acostumbraba frecuentar la iglesia de La Encarnación, sita en la calle de González Obregón No. 18, en el Distrito Federal, actualmente Biblioteca Iberoamericana. La joven sintió gran veneración por el capellán del templo de La Encarnación, R. P. Fray José del Refugio Morales Córdoba, cuyas virtudes procuraba imitar; solía confesarse con él y lo tomó como director espiritual. Nuestro Padre, advirtiendo sus grandes cualidades espirituales, le impuso el escapulario del Carmen y la exhortó a guardar fielmente las correspondientes  obligaciones. Viendo que su hija espiritual era fiel a la gracia de Dios y muy prudente y discreta, la invitó a formar parte de la asociación de Hijas de María, ya establecida en esa iglesia. Finalmente, como descubriera en ella un alma de elección, la invitó juntamente con las señoritas Manuela Méndez y María de Jesús Maldonado, a poner los fundamentos de nuestra Congregación.


Las tres jóvenes en extremo prudentes y piadosas aceptaron las directivas del Padre Refugito y acogieron con gusto dar principio al Instituto que el Padre proyectaba establecer bajo el nombre de HIJAS DEL CORAZÓN DE MARÍA.


En 1873 fueron admitidas al postulantado por nuestro Padre Fundador, las 3 señoritas, cuando nuestra Madre Fundadora contaba con 27 años de edad.


En el año de 1874, en ceremonia privada en la casa de los señores Ortega escudero, bienhechores del Padre, sita en la calle de Medina No. 5, ahora calle de Cuba No. 92, en el Distrito Federal, nuestro Padre Fundador decidió poner el santo hábito a 5 señoritas: tres internas y dos externas, cambiándoles el nombre seglar por el de religión en señal de su consagración y compromiso.


Nuestra Madre Doloritas recibió el nombre de Sor María de la Luz de Cristo Crucificado, pero sus hermanas prefirieron llamarla con el nombre de bautismo. Habiendo cumplido el año canónico de noviciado en el año de 1875 emitieron los votos perpetuos solemnes de pobreza, castidad y obediencia, clausura y caridad, ya que estos eran los votos que hacían los religiosos de los Colegios Apostólicos de Propaganda fide, pues eran de clausura.


VIRTUDES DE NUESTRA MADRE DOLORITAS


Fue una religiosa que llevó una vida edificante practicando todas las virtudes, especialmente la caridad, la humildad, la obediencia, la mortificación, la paciencia y la penitencia. Alma de oración, amante de la Eucaristía y del silencio. Para todos tuvo una palabra de cariño, de mansedumbre y consuelo.


Su vida de oración fue muy intensa, guardaba el silencio como en el más riguroso de los claustros, observaba rigurosa disciplina y abrazaba la pobreza genuinamente franciscana. En lo humano, fue muy amable, cariñosa y caritativa, y en su trabajo muy cumplida. De semblante sereno ante religiosos y seglares.


Nuestro Padre Refugito la nombró superiora de la naciente Congregación, cargo que retuvo por su mucha virtud y prudencia hasta el fin de sus días. El mismo Padre Fundador nos describe cómo actuaba la Madre Doloritas en su delicada misión de superiora. “Es el obispo, el pastor de esta pequeña grey; ella, a ejemplo de Jesús busca a las ovejas descarriadas, cura sus heridas, mezclando el bálsamo de la mansedumbre con la fortaleza de la corrección, la superiora conoce bien el carácter de sus hijas, que son plantas exquisitas que en todas partes reverdecen encabezadas y sostenidas por la Madre Doloritas. Siendo siempre fieles a su vocación hasta la muerte a ejemplo de la Madre Fundadora, que fue fiel hasta el heroísmo.


Nuestra Madre Fundadora, fue una gran ayuda y excelente formadora para las hermanas internas, cuya caridad, discreción, humildad, prudencia y otras virtudes más, la hacían apta para la dirección espiritual y formación religiosa, ya que éstas constituían el corazón y centro de la naciente Congregación; y la propia Madre tenía que proveer la alimentación y buena marcha de la casa. Además, no dejaba de alentar, exhortar y dirigir maternalmente a las hermanas externas; sobre todo cuando se trataba de casos de enfermedad, pobreza, desaliento o de absoluto decaimiento. Su ocupación fue lavar y reparar la ropa de las iglesias.


Nuestro Padre Fundador puso su confianza, como inspirado por el Espíritu Santo, en nuestra Madre Doloritas, quien a fuerza de sacrificios heroicos logró no sólo mantener la naciente comunidad, sino acrecentarla. Fue una singular gracia de Dios, que para menester tan necesario encontrara nuestro Padre una excelente formadora, quien con toda razón comparte con él la gloria de ser Fundadora.


Nuestra querida y santa Madre tuvo cierta visión de futuro, como aconteció en los siguientes hechos: En marzo de 1895, cuando solicitó su ingreso a la Congregación nuestra Madre Clarita Aguilera Moncada, nuestra Madre Doloritas la recibió como si la conociera desde hacía tiempo; la recibió con mucho afecto. Nuestra Madre Clarita le expuso sus deseos y dificultades sobre su salud.


Nuestra Madre Doloritas como inspirada por Dios, dijo: “Por lo que a mí toca, no puedo oponerme a la voluntad de Dios, y creo que si alguna hermana se opone, Dios se encargará de convencerla; por mi parte, no sólo quisiera recibirla, sino darle el hábito luego, si esto fuera posible, para no dar más tregua a los designios de Dios en traerla a esta pobre casita, porque este es el lugar desconocido para vuestra caridad”.


Por estas últimas palabras “lugar desconocido”, conoció nuestra Madre Clarita que la Madre había tenido inspiración igual a la que ella antes recibiera.


NUESTRAS PRIMERAS HERMANAS


Sor María de la Luz de Cristo Crucificado, Sor Juana Méndez de San Felipe Neri y Sor María del Refugio Maldonado de la Preciosa Sangre, siguiendo el testimonio y la inspiración apostólica de nuestro Padre Fundador, participaron de estos ideales y nos los trasmitieron. Ellas, en actitud de permanente conversión a Dios, se dedicaron a restaurar la viña del Señor, destrozada por la persecución religiosa, sirviendo a los enfermos en los hospitales y en la educación cristiana a las niñas pobres.

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